domingo, 15 de enero de 2012

Un feroz egoísmo

"No puedo hacerme cargo del dolor del mundo entero, 
concédaseme el regalo de un feroz egoísmo."
Umberto Eco


Hace un par de semanas, mi esposa y yo empezamos a ver una serie de televisión que se llama "Breaking Bad". Nos gusta rentar las temporadas completas o verla en línea, para no tener que esperar toda una semana para ver el siguiente capítulo. En esta ocasión, la serie la hemosvisto en línea; vamos ya al final de la tercera temporada. Sin arruinarles la trama a aquellos que no la han visto, el argumento es el siguiente: Walter White es un maestro de química en una preparatoria de Nuevo México. A sus 50 años nunca ha hecho nada indebido y, sin embargo, se pasa sus mañanas tratando, sin mucho éxito, de que un grupo de adolescentes le presten atención; y sus tardes trabajando en un autolavado porque con su sueldo de maestro no le alcanza para cubrir las necesidades de su familia. Está casado, su esposa está embarazada y ya tienen un hijo de 15 años con cierto grado de parálisis cerebral. Vamos, que su vida no ha sido lo que él hubiera querido y, por si fuera poco, la detectan cáncer de pulmón en una etapa bastante avanzada.

En vista de las circunstancias, sabiendo que tiene poco que perder y que le quedan sólo unos meses de vida, decide incursionar en la ilegalidad: fabricar y traficar metanfetaminas, utilizando su talento como químico y ante la posibilidad de dejarle a su familia algún respaldo económico para cuando él muera. Como es de esperarse, la trama sigue y se va complicando con nuevas variables, pero la idea central permanece: mientras él se mantuvo dentro de la legalidad, sus talentos no le dieron más que un sueldo mediocre y un porvenir económico oscuro; pero en cuanto dejó de hacer lo correcto, ganó dinero suficiente y pudo resperatse él mismo como hombre. ¿Por qué se han de respetar los acuerdos colectivos de una sociedad que permite que gente buena y talentosa no pueda darle lo mínimo a su familia?


Porque, tanto para Walter White, como para muchos de nosotros, no es que lo material impere por sobre lo demás: la familia, el amor, el respeto, la paz, la felicidad, los hijos, la pareja... Pero conseguir lo trascendental e inmaterial sin un centavo en la bolsa se vuelve bastante complicado. ¿Cómo puedes disfrutar a tu familia si no le puedes ofrecer una casa decente o la seguridad de una atención médica si fuera necesario? ¿cómo puedes disfrutar del respeto si hay terceros que te hacen fallar como padre, como esposo, como ciudadano y como hombre?  ¿cómo puedes tener paz si no sabes cómo pagarás las cuentas pendientes a fin de mes? ¿cómo puedes ser feliz si la rabia, la impotencia, la frustración y la incertidumbre se turnan en tu corazón? ¿cómo les dices a tus hijos que no pueden tener lo que merecen porque alguien más ha dejado de cumplir su parte en un trato? ¿cómo puedes mirar a tu pareja si no puedes siquiera ofrecerle algo de comodidad para que ella vaya a trabajar?

Seguramente exagero, pero a ratos me siento como Mr. White, y quisiera, como él, que alguien me ofreciera tres millones de dólares por tres meses de hacer aquello que sé hacer bien.


No hay comentarios:

Publicar un comentario