viernes, 14 de mayo de 2010

La educación y sus alrededores

Tomando como pretexto que mañana en México es el Día del Maestro (dudé en poner que se celebra o se festeja o sólo es) voy a reciclar algunos textos relativos a la educación. Se trata de artículos que aparecieron publicados en El Heraldo de Chihuaua, dentro de la sección Editorial.



¿Educar o padecer?

Los hombres han nacido
los unos para los otros;
edúcales o padécelos
.
MARCO AURELIO

    El ciclo escolar, en sus distintos niveles, está próximo a reiniciar. Y aunque alumnos de todos los niveles regresarán a clases, hoy nos interesa hablar, particularmente, de los que habrán de convertirse en universitarios. Y nos dirigimos a todos aquellos que ya son universitarios: jóvenes y no tanto. Pues el ser egresado de una universidad debe hacer una diferencia ante la sociedad, como individuo y, al mismo tiempo, esa diferencia individual debe hacerse notar en la sociedad como conjunto. Más allá de preparación profesional o de contenidos académicos, estamos hablando de formación. Son rasgos de carácter intelectual y cultural en amplio sentido, que contribuyen a configurar la propia personalidad y que deben reflejarse en la conducta.
    La universidad juega (o debe jugar) un papel fundamental en la transformación de la sociedad. No puede quedarse en la mera capacitación laboral o en la acumulación de conocimientos. Es preciso que la universidad asuma su función de formadora de un espíritu universitario. De este modo, por una parte, estará aportando hombres y mujeres realmente capaces de transformar una sociedad y, por otra, se estará erigiendo como la institución cardinal que debe ser: insustituible e invaluable.
Según el Dr. Ruiz Retegui, de la Universidad de Navarra, existen al menos diez características éticas que la sociedad tiene derecho a esperar de aquel que ha cursado una carrera universitaria; y que son, en buena medida, la justificación de que una comunidad se esfuerce por fundar y mantener universidades. Mencionaremos a continuación dichas características y haremos un breve comentario al respecto:

Ø    CULTIVO DEL ESPÍRITU, INTERÉS POR LOS VALORES CULTURALES. El universitario posee una gran  capacidad de interesarse por diversos temas, no sólo los que forman parte de su campo de especialización, sino todos aquellos que son inherentes al hombre. Debe ser un hombre culto, en quien cualquier tema es objeto de reflexión. Capaz de plantear y plantearse interrogantes profundos, porque tiene el hábito de considerar con hondura la realidad.
Ø    HÁBITO DE ESTUDIO. Los años universitarios generan el hábito de querer conocer a fondo los temas acerca de los que se ha de formar opinión. Las respuestas no deben nunca improvisarse, sino que se habrá de buscar toda la información posible antes de emitir un juicio, hacer un planteamiento o emitir una opinión.
Ø    RIGOR CRÍTICO. La capacidad de crítica y análisis es una cualidad indiscutible del universitario. Le lleva a discriminar entre la verdad y el error con apariencia de verdad; entre la afirmación bien fundamentada y la gratuita o no avalada suficientemente. Ya decía Huidobro que “todo espíritu analítico tiene que ser un rebelde”. El auténtico universitario es el espíritu analítico por excelencia: no se deja dominar ni arrastrar, es capaz de una opinión propia y difícilmente es manipulado o engañado.
Ø    HUMILDAD INTELECTUAL. El rigor crítico debe estar siempre acompañado de  cierta humildad intelectual, que le haga consciente de todo aquello que ignora o no puede comprender. El propio hábito analítico debe conducir a hacer patentes las propias limitaciones y reconocer a quien sabe más acerca de algún tema en particular.
Ø    CRITERIO. Como resultado de la reflexión sobre las cosas y de profundizar en las cuestiones, se obtienen los elementos de juicio necesarios para tomar una decisión; se adquiere el criterio. Ser hombre de criterio -de recto criterio- es poseer un enfoque y una respuesta acertada ante las situaciones y problemas de mayor trascendencia, es ser capaz de encuadrar los hechos y las argumentaciones en unas coordenadas justas, es tener de las cosas una visión serena, ponderada, real.
Ø    ACTITUD CONSECUENTE. Como resultado de la convicción sobre cualquier aspecto de la vida, convicción proveniente del constante análisis y reflexión, debe aparecer una actitud consecuente con la forma de pensar. Los hechos cotidianos deben respaldar las opiniones y juicios emitidos.
Ø    AMOR A LA LIBERTAD. No se puede ser consecuente con las propias ideas, si no se tienen ideas sobre las cosas. El talante universitario confiera a quien lo posee una mayor independencia, ser mucho más celoso de la libertad, tanto propia como ajena. Defenderá su derecho a elegir la opción que le parezca mejor.
Ø    RESPETO A LOS DEMÁS. El gran valor que se da al modo personal de entender las cuestiones, a la necesidad de adquirir personalmente convicciones, y el rechazo de cualquier acción que pretenda imponerse por la violencia, también impide la pretensión de forzar a los demás a que piensen como uno mismo. El verdadero universitario no se deja llevar por el autoritarismo; siempre buscará el diálogo y la discusión de los distintos puntos de vista.
Ø    SENTIDO DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA Y DE LA CONVIVENCIA SOCIAL. El universitario se convierte en poderoso y tenaz defensor de la dignidad humana ante las fuertes tendencias que amenazan anegar al hombre. Debe ser capaz de hacer que las relaciones entre los hombres sean justas y gratas. Al saberse persona, no busca encubrirse en el anonimato, sino que afronta las situaciones y adopta decisiones personales, libres, definidas, afrontando las responsabilidades. La universidad debe constituir un modelo de convivencia social, que marque a cuantos pasan por ella.
Ø    MENTALIDAD DE SERVICIO. Una consecuencia de poseer un sentido suficientemente elevado de la dignidad de la persona humana es encontrar satisfacción en ayudar a los demás. Esta mentalidad de servicio no es simplemente algo laudable o meritorio, sino que es una obligación ética para todo aquel que fue privilegiado con una educación universitaria. Se trata de un servicio sincero y arduo, cotidiano y constante.

Estas características que acabamos de citar deben desembocar en un comportamiento que la sociedad debe exigir a los universitarios. Cada uno de ellos tiene la obligación de responder ante la comunidad que, de una forma u otra, soporta una institución de educación superior. Es deber de la sociedad, decíamos, exigir de sus egresados y de sus universidades la práctica de, al menos, estas cualidades o, de otro modo, no nos quedará más que seguir soportando una sociedad y a unos ciudadanos sin educación, sin formación.

Publicado en
EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Viernes 26 de julio de 2002
Año LXXV   N° 26744

Argonautas y bachilleres

Se necesitan dieciséis años para formar
un bachiller y una vida para aprender a pensar.

IKRAM ANTAKI

    ¡Felicidades! Acabas de enlistarte al mejor equipo de exploración que existe, y estás a punto de embarcarte en una de las mayores aventuras de tu vida: el reto es llegar a ser lo que eres en tus sueños más ambiciosos y atrevidos. Se trata de un viaje épico para soñar, para prepararte tú mismo, para reunir a tu equipo de argonautas, para presentarte y ser puesto a prueba mental y físicamente por los dioses. Si quieres pasar la prueba, y recibir la verdad como recompensa, es necesario que te enfrentes a tus miedos más profundos, y que estés dispuesto a dejarte transformar por los misterios que el mundo compartirá contigo.

    La experiencia educativa es una de las formas más apasionantes de exploración; es una pasión entrelazada con nuestra búsqueda de los orígenes y el destino. Es una actividad que exige una ciencia adecuada y que celebra el espíritu humano. Por esto, es necesario que estés consciente de las dificultades y de las gloriosas victorias que te esperan. En ambos casos, si se cree en la justeza absoluta de la causa propia, se harán cosas extraordinarias y se correrán enormes riesgos. En nuestras manos están las nuevas respuestas a los antiguos interrogantes, a las preguntas que le han dado sentido a la eterna búsqueda que es la historia del hombre.

    Decía Rosario Castellanos que “para vivir es demasiado el tiempo; para saber no es nada”. Los abismos más profundos están dentro de nosotros mismos y pueden llegar a ser realmente aterradores si perdemos de vista que el enemigo, dentro o fuera de nosotros, no es más que un pretexto para probar nuestra fuerza. Si tienes mil voces que claman dentro de ti. Si un millón de sueños se escapan silenciosos hasta volver a encontrarse con sus raíces. Si todos los ríos corren dentro de tus venas, y se desbordan cayendo en estruendosas cascadas dentro de tu cabeza... No te desesperes, no estás solo. Existe un punto de unión, un refugio donde descansar tus pies y tu alma. Un espacio para poder gritar todo lo que consume tus ansias: el aula de clases. La cultura no es algo para consumir, sino para asumir, y no pretendemos darte más que lo que estás dispuesto a compartir. Necesitamos de tu voz y tus propuestas, pues el aula es, ante todo, un foro, un lugar donde los hechos corresponden siempre a la manera como preguntes por ellos. Es un lugar en donde puedes empezar a crear las utopías que darán forma al mundo, ya que nada, excepto nuestros pensamientos, está enteramente en nuestro poder.

    ¿Crees tú que un libro, cualquier libro, es la fuente sagrada que, con sólo beber un trago de ella, apague tu sed para siempre? Si es así, no tienes nada que hacer aquí, pues la mediocridad no se basa en imperfecciones accidentales, se debe solamente a límites esenciales. Ser estudiante es mucho más que un título colgado en tu oficina, implica asumir la responsabilidad de compartir con los demás los logros con que tu voluntad te ha obsequiado.

    Decídete con osadía a forzar las puertas que todos quisieran pasar de largo. Llegó el momento de probar con hechos que tu dignidad no cede ante la grandeza de los dioses. Venimos de muy lejos, de fuera o de dentro de nosotros mismos. Aquí nos encontramos para enfrentarnos a una luz que nos honra y que, por momentos, nos ciega.

    Por último, quisiera dedicarte estas palabras de Goethe, que bien pueden aplicarse al momento que estás a punto de vivir: “Hora es ya de no temblar frente a esa cueva en donde la fantasía se condena a sus propios tormentos; de lanzarse hacia aquel pasaje, alrededor de cuya estrecha boca vomita llamas todo el infierno; de resolverse a dar este paso con faz serena, aun a riesgo de hundirse en la nada.”


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EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Viernes 23 de agosto de 2002
Año LXXV   N° 26772


El don de la sed

Hacer don de la cultura,
es hacer don de la sed.
El resto vendrá después.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

   
    Esta semana que concluye pude ser testigo de cómo cientos (acaso miles) de adolescentes le daban la razón a Fernando Savater cuando afirma que ”la cultura no es algo para consumir, sino para asumir.” Mientras unos presentaban un proyecto de ciencias, otros ensayaban una canción, otros más hacían gala de su conocimiento de la lengua de Joyce y Shakespeare; y algunos hasta se dejaban untar el rostro de yeso y vaselina, con tal de clonar y recrear sus facciones en cartón. Todo esto dentro de lo que se denomina la SEMANA CULTURAL; que tiene lugar en los distintos planteles del Colegio de Bachilleres y que, a su vez, no es más que el preliminar de un gran evento institucional.

    Se trata, pues, de una semana de canto, música, biología, química, pintura, poesía, historia, teatro, ecología, inglés, matemáticas, oratoria, etc. Todo realizado por  y para muchachos de 15 a 18 años, quienes son conscientes de su papel  preuniversitario, de hombres y mujeres universales, y se comprometen en actividades extra-académicas, movidos por el más puro interés de saberse continuadores de una cultura que ya suma más de 3,000 años. Sin dejar de lado su obligaciones escolares cotidianas, dedican horas de su vida a compartir con sus compañeros, de manera vivencial, aquello que nos cifra como humanos. Asumen el don de la inteligencia y lo hacen valer; le ponen nombre, fecha y hora, y lo encarnan en público. Unos organizan, otros invitan, todos participan.

    Es admirable que estos jóvenes ya sepan que la cultura no es algo ajeno a ellos, que sólo puede llegarles a través de otros; sino que están aprendiendo que la cultura la hacen ellos mismos, que la cultura son ellos mismos. Están aprendiendo también, que la cultura cuesta y nos compromete; que nos nutre, que tiene varios rostros, que tiene muchos nombres; que nos antecede y nos sobrevivirá; que nos define y nos une; que nos distingue y nos iguala; que es la firma de la civilización. Y serán ellos mismos quienes definan el rostro de esta civilización a través del quehacer científico, artístico, intelectual.

    Quizá no se equivoca Thomas Mann cuando declara que la cultura no es otra cosa que la devota y ordenadora, por no decir benéfica, incorporación de lo monstruoso y de lo sombrío en el culto de lo divino, pero esa integración nos es esencial como humanidad. Y cuando hablamos de seres humanos en formación, nada mejor para integrarlos de lleno a esta sociedad a la que aspiran pertenecer, que incluirlos en los deberes y placeres del método científico y la proporción áurea, la retórica y la poética, la argumentación y la inspiración, la investigación y la invención, la historia y la literatura, el álgebra y la polifonía. Qué mejor que regalarles el don de la sed, para que sean los artífices de su futuro y estén preparados para lo que venga después, y así poder decir, junto con Ikram Antaki, que organizaremos el desorden, sobre las escaleras de nuestra madrugada, para reequilibrar la báscula del mundo. Mostraremos los caminos, construiremos los caminos, abriremos las puertas del Universo.

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EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Sábado 8 de marzo de 2003
Año LXXV   N° 26967


Hacia la ignorancia completa

Más valdría una ignorancia completa
que un conocimiento privado
de su principio fundamental.

GASTÓN BACHELARD

Cuando hablamos de la enseñanza de la ciencia, sin duda es más simple no enseñar sino el resultado de una investigación. Pero la enseñanza de los resultados de la ciencia nunca es una enseñanza científica. Si no se hace explícita la línea de producción intelectual que ha conducido al resultado, se puede estar seguro que el alumno combinará el resultado con las imágenes más familiares. Es necesario que “comprenda”. Sólo se puede retener comprendiendo. El alumno comprende a su manera. Puesto que no se le han dado razones, agrega al resultado razones personales.

En la proporción en que una ciencia se torna social, es decir, fácil de enseñar, ella conquista sus bases objetivas. Afirma Bachelard que habría que elevar a los alumnos, tomados en grupo, a la conciencia de una razón de grupo; en otras palabras, al instinto de objetividad social. Para que la ciencia objetiva fuera plenamente educadora, sería necesario que su enseñanza fuera socialmente activa. Y Kuhn agrega que el estudio de los paradigmas es lo que prepara principalmente al estudiante para entrar a formar parte como miembro de la comunidad científica particular con la que trabajará más tarde.

El principio fundamental de la pedagogía científica debiera ser: quien es instruido debe instruir. Una enseñanza que se recibe sin transmitirla forma espíritus sin dinamismo, sin autocrítica. Sobre todo en las disciplinas científicas, tal instrucción cuaja en el dogmatismo un conocimiento que debiera ser un impulso hacia una marcha inventiva. Y sobre todo, deja de impartir la experiencia psicológica del error humano. Bachelard afirma que en toda enseñanza siempre tiene lugar un juego de matices filosóficos: una enseñanza recibida es psicológicamente un empirismo; una enseñanza impartida es psicológicamente un racionalismo. Aunque ambos digamos lo mismo, lo que me dicen es siempre un poco irracional; lo que yo digo es siempre un poco racional. Ellos tienen siempre algo de sinrazón; yo tengo siempre algo de razón. Poco importa la materia enseñada. La actitud psicológica que de una parte es resistencia e incomprensión, y de la otra impulso y autoridad, se convierte en el elemento decisivo en la enseñanza real, cuando se dejan los libros para hablar a los hombres. Los profesores reemplazan los descubrimientos por lecciones. En contra de esta indolencia intelectual que nos priva poco a poco de nuestro sentido de las novedades espirituales, la enseñanza de los descubrimientos realizados en el transcurso de la historia científica es un precioso auxiliar. Para enseñar a los alumnos a inventar, es bueno darles la sensación de que ellos hubieran podido descubrir. Sin embargo, hasta las últimas etapas de las instrucción de un científico, los libros de texto substituyen sistemáticamente a la literatura científica creadora que los hace posibles. En la etapa de su evolución en que se encuentra la ciencia contemporánea, el científico se encuentra frente a la necesidad, sin cesar renovada, de renunciar a su propia intelectualidad. Sin esta renuncia explícita, sin este desnudarse de la intuición, sin este abandono de las imágenes favoritas, la búsqueda objetiva no tarda en perder no sólo su fecundidad, sino el vector mismo del descubrimiento. Vivir y revivir el instante de objetividad, mantenerse sin cesar al estado naciente de la objetivación, exige un constante esfuerzo de desobjetivación.


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EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Viernes 16 de mayo de 2003
Año LXXV   N° 27036


Contra el vano optimismo

Es caer en un vano optimismo
cuando se piensa que saber
sirve automáticamente para saber.

GASTÓN BACHELARD

Hace algunas semanas, mis alumnos del treinta veces glorioso y casi legendario Plantel #1 del Colegio de Bachilleres, me preguntaban, en un acto de genuina inocencia: ¿y eso para qué me sirve, profe?, refiriéndose a un complicado procedimiento de deducción de genotipos. La pregunta no carece de importancia ni de profundidad, y aunque en clase logré improvisar un argumento que justificara todas y cada una de las lecciones que ellos reciben a diario en su escuela, he aquí una argumentación un poco más elaborada, para todos aquellos que estudian, estudiaron o educan.

En primer lugar, el asistir a la escuela, a cualquier escuela, debe ser un acto de libertad y de voluntad: voy porque quiero y porque puedo ir. De otra forma no hay razones que valgan; si no se tiene la certeza de estar ejerciendo un acto de libertad, si se cree o se quiere creer que alguien es capaz de obligarnos a acudir de lunes a viernes, durante años, a cualquier sitio, no habrá entonces motivación ni validación posible. Esto no quiere decir necesariamente que la escuela ocupe el mismo lugar axiológico para cada persona, pero definitivamente debe ser algo importante y que merece tiempo, interés, determinación y disciplina. Y no me refiero a una disciplina espartana que obligaba a los jóvenes a bajar diario al fondo de un barranco para regar un palo enterrado en la arena; esta, la escolar, es una disciplina bastante moderada y que entrega frutos todos los días.

Así, tenemos que, básicamente, cualquier escuela puede ofrecer a los alumnos cuatro cosas: un ideario que guíe la educación en las aulas, instalaciones físicas (incluyendo libros, computadoras, laboratorios, gimnasios, etc.), compañeros y maestros. El ideario puede ser explícito o implícito, pero invariablemente dirigirá el rumbo y definirá programas académicos, culturales y deportivos. Las instalaciones ofrecerán un mayor o menor grado de confort y facilidades para el desempeño de maestros y alumnos, pero no definen en ninguna medida la calidad de la enseñanza. En cuanto a los compañeros que el alumno tiene, podemos decir que sí juegan un papel importante en la creación de un ambiente, el cual bien puede ser favorable o desfavorable. Por último, de los maestros podemos decir que, sean conscientes o no, ofrecen a sus alumnos, en el peor de los casos, datos, información y hasta conocimiento, lo cual no es poca cosa; ofrecen también valores y un ejemplo. Pero, por sobre todo esto, el legado más valioso que un maestro puede dejar es herramientas de vida; y de entre estas, una de las más valiosas será siempre que sus alumnos aprendan a aprender. Que aprendan a aprender de la experiencia, de los otros, de los errores, y hasta de los libros y la escuela.

Conjuntando todo lo anterior, al paso de los años, un alumno que egresa contará, no sólo con una capacitación para un futuro desempeño laboral, sino con una formación, con una educación. Esta educación hace a los egresados regalos de libertad, madurez, criterio, progreso, y hasta ventaja. Liberad para ver las opciones posibles, para elegirlas y asumirlas. Criterio para escoger lo mejor, para tener una opinión propia y no esgrimir opiniones prestadas; criterio para defenderla con argumentos. Madurez para enfrentarse a la vida y sus demonios asechantes. Progreso académico, cultural e incluso material. Ventaja sobre los que no tienen la oportunidad de educarse. Resumiendo, podemos afirmar que la educación nos otorga crecimiento: nos hace ser más, nos hace ser mejores. Así, cuando alguno de nuestros alumnos o nuestros hijos nos pregunte ¿y eso para qué me sirve?, bien podemos decirle: Para ser mejor.

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EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Viernes 23 de mayo de 2003
Año LXXV   N° 27043


Robótica Pedagógica

La genialidad consiste en una infinita
capacidad para tomarse molestias.

ARTHUR CONAN DOYLE

    Hace un par de semanas tuve la oportunidad de asistir a la IX Reunión de Análisis de la Actividad Experimental en la Enseñanza de las Ciencias Naturales y Exactas, que tuvo lugar en el Centro de Ciencias de Sinaloa. En dicha Reunión se trataron diversos temas, todos de gran interés e importancia, pero hubo uno que llamó especialmente mi atención. Se trata de una conferencia magistral impartida por el Dr. Enrique Ruiz Velasco acerca de la robótica pedagógica. Como podrán darse cuenta, el título mismo es ya bastante sugerente: ¿cómo puede una disciplina aparentemente deshumanizada y tecnificada ocuparse de algo tan humano como la educación?

    Se trata de una propuesta que, aun sin ser nueva, es bastante novedosa. A grandes rasgos, consiste en que un grupo de alumnos (desde niños de 8 años hasta estudiantes de doctorado) hagan con sus propias manos y medios un robot. A través de un recorrido cognoscitivo, que incluye distintas situaciones didácticas, el alumno es llevado de lo inductivo al descubrimiento guiado; así, mediante una acción concreta y una codificación simbólica, se logra la integración significante tan buscada por los educadores. El Dr. Ruiz Velasco apunta que “un objetivo tecnológico primordial de la robótica pedagógica es, mediante un uso pedagógico de la computadora, la generación de entornos tecnológicos ricos, que permitan a los estudiantes la integración de distintas áreas del conocimiento para la adquisición de habilidades generales y de  nociones científicas, involucrándose en un proceso de resolución de problemas con el fin de desarrollar en ellos, un pensamiento sistémico, estructurado, lógico y formal.”

    A lo largo de las cuatro fases que abarca la construcción de un robot (mecánica, eléctrica, electrónica e informática), los estudiantes trabajan en proyectos colaborativos que les ofrecen la posibilidad de que, a partir de la realidad en la que se encuentran, puedan percibir los problemas, imaginar soluciones, formularlas, construirlas y experimentarlas; para de esta manera ser capaces de comprender y proponer o mejorar la solución propuesta. Se trata, pues, de crear las condiciones de apropiación de conocimientos y privilegiando así el aprendizaje inductivo y por descubrimiento guiado.

El Dr. Ruiz Velasco destaca ocho cualidades de la robótica pedagógica, dignas todas de ser tomadas en cuenta: i) Integración de distintas áreas del conocimiento; ii) Operación con objetos manipulables, favoreciendo el paso de lo concreto a lo abstracto; iii) Apropiación del lenguaje gráfico, como si se tratara del lenguaje matemático; iv)  Operación y control de distintas variables de manera síncrona; v)  El desarrollo de un pensamiento sistémico; vi) Construcción y prueba de sus propias estrategias de adquisición del conocimiento mediante una orientación pedagógica; vii)  Creación de entornos de aprendizaje; y viii) El aprendizaje del proceso científico y de la representación y modelización matemáticas. A lo largo de toda esta experiencia, el alumno es capaz de crear en sí mismo una postura crítica ante la tecnología; al tiempo que es consciente del sentido social y epistemológico de la misma. De este modo, la tecnología cobra, o recupera, su auténtico sitio como creación del hombre y para el hombre, su función humana. La tecnología no es un mundo ajeno al nuestro, en donde reinen las máquinas y la inteligencia artificial; se trata en cambio de una aportación de la ciencia para el beneficio y desarrollo del hombre. Este es sólo un ejemplo de cómo pueden llegar a conciliarse, gracias a su condición humana, disciplinas que parecen contrarias. La educación no tiene por qué seguir basándose en la tiza cuando el silicio ha demostrado ya sus bondades.

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EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Martes 14 de octubre de 2003
Año LXXVI   N° 27185


Fatiga y descanso

Fatiga más lo que no se hace,
descansar es haberlo hecho.

JOSÉ SARAMAGO

    Cuántas veces nos hemos quejado amargamente de la situación de nuestra sociedad; cuántas veces hemos lamentado ver a nuestros adolescentes faltos de conciencia, en cuántas charlas de café hemos llegado a la conclusión de que si se resolviera el problema de los valores y la falta de conciencia ecológica se habría avanzado bastante en la construcción de una mejor sociedad. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos salido a la calle a poner en práctica nuestras ideas y buenos deseos? Muy probablemente nunca. Dice un proverbio medieval que “no hay nada hecho cuando queda algo por hacer”. Afortunadamente, esto lo ha entendido bien un grupo de voluntarias que desde hace casi 16 años se dedica a completar lo que queda por hacer como si no se hubiera hecho nada.

    Me refiero a las voluntarias del Premio Oxxo quienes, comandadas por la Sra. Treviño de Casillas, activan las conciencias y les marcan un camino de inicio a 600  estudiantes cada año. Se trata de 600 jóvenes que se dan cuenta que, aunque se trata de un concurso, el valor de toda virtud radica en ella misma, ya que no se practica en orden al premio: la recompensa de la acción virtuosa es haberla realizado. Pues, el hombre, todo hombre, llega a este mundo con un buen número de semillas en su ser, con un conjunto de posibilidades a la espera de las condiciones más adecuadas para germinar. Cada uno de nosotros es una abundante colección de virtudes que, si las sabemos pulir, son capaces de brillar hasta iluminar incluso a otros. Sin embargo, no basta con tenerlas, es necesario prestarles atención y desarrollarlas para que nos hagan ser lo que en esencia somos: seres humanos.

    ¿Cómo lograr que se manifiesten estas posibilidades en nosotros? Actuando, pues solamente quien actúa aprende. Pues únicamente llevando a la acción nuestras capacidades y talentos, manifestando en obras cada una de las posibilidades que nos inundan, es como podremos ir construyéndonos a nosotros mismos. De otro modo, no llegaremos nunca a ser realmente humanos, en el sentido total y estricto del término, seremos sólo aproximaciones burdas, curiosas caricaturas, apenas bocetos de hombres.

    Debemos buscar, como apuntaba Nietzsche, que nuestro trabajo sea una lucha y nuestra paz una victoria. No podemos darnos el lujo malsano de la desidia o la dejadez. Cada día en este planeta habrá de ser una batalla para poder manifestar plenamente nuestras capacidades. Cada jornada debe estar marcada por la tenacidad que nos llevará al final del camino, a la consecución de los objetivos. Muchas veces, el hombre mismo es la principal dificultad que el hombre debe vencer para alcanzar su meta; por esto, es indispensable contar con un espíritu indomable, con una pasión a prueba de desencantos, con objetivos claros y proyectos concisos, pero, sobre todo, con un firme compromiso. Sólo comprometiéndonos habremos de vernos realizados.

    Es de suma importancia contar con un proyecto, con un sueño hecho a nuestras posibilidades. Nuestras aspiraciones deben ser claras para que puedan llegar a ser materializadas. Si bien no es deseable imitar a los héroes y a los líderes, siempre es esperanzador tener ejemplos a seguir: conocer personas que, como uno mismo, alguna vez soñaron con algo y fueron capaces de luchar por conseguirlo. Y de esto se trata el Premio Oxxo, de dar una guía, un apoyo y un reconocimiento a todos los buenos deseos que florecen en nuestros jóvenes; de modo que ellos van experimentando que, una vez que tenemos nuestro camino marcado, no podemos desviarnos por cualquier dificultad que se nos presente. Los obstáculos, el fango que atasca nuestros pasos, la niebla que nos oculta la senda, no son más que oportunidades de manifestar nuestras capacidades. Si en el mundo existen cosas podridas, malolientes y nauseabundas, el mismo asco que nos provocan hace que nuestro ser crezca para alejarse de ellas.

    Tenemos, pues, una tarea enorme en nuestras manos: llegar a ser todo lo que, en posibilidad al menos, llevamos dentro. Únicamente manifestándonos, explotando y haciendo uso de las cualidades que nos distinguen, habremos de cumplir nuestro cometido: ser humanos. Nuestro sino es crecer hasta alcanzar la estatura que nos está predestinada. Entonces, sólo entonces, podremos decir sin mentir que somos hombres.

    Antes de quejarnos por los padecimientos presentes, debemos enfocar nuestra energía en prevenir los que estén por venir. No actuemos como el necio que sólo conoce el mal cuando ya está hecho. Tenemos la capacidad de prever males futuros preparándonos para afrontar los inevitables y no provocando los evitables. Si queremos sacar algún provecho de nuestros padecimientos diarios hemos de cultivar la virtud, pues sólo siendo virtuosos podremos erradicar de nuestras vidas la podredumbre y la corrupción. Por eso, vaya desde aquí un reconocimiento sincero a todos los voluntarios, maestros y estudiantes involucrados en el Premio Oxxo, pues son proyectos como éste los que nos enseñan a tener esperanza, y a contar con la certeza de que las cosas están cambiando.

   
Publicado en
EL HERALDO DE CHIHUAHUA
Sábado 26 de julio de 2003
Año LXXVI   N° 27107

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