sábado, 1 de mayo de 2010

Pensando en un pueblo junto al lago

Ayer mi hijo mayor, de apenas (¿ya?) 12 años, se fue a más de1,500 km de casa para pasar una semana junto a sus amigos y compañeros de sexto de primaria. Van a pasar siete días en un campamento diseñado para ser excitante e inolvidable. Sé que será una experiencia como pocas, emocionante, divertida y hasta trascendente; que será un parteaguas en su vida y un recuerdo maravilloso por siempre.

Sin embargo hoy, a 24 horas de su partida, quiero hablar de lo que ha significado en casa su viaje y su ausencia. El darme cuenta que, de momento, no tengo compañero para comer habaneros, hablar del Príncipe Mestizo, jugar al Wii o darnos topes.

La jornada es tan extraordinaria e inusual que amaneció nevando en plena primavera, cuando ya hemos tenido días de 36 ºC. Estoy seguro que volverá radiante, crecido, más seguro, más feliz, más independiente, más sereno, más grande.

Aquí nos quedamos los que te queremos, los que te admiramos, los que te extrañamos, los que te esperamos, los que te buscamos, los que te amamos. Te cuento que intentamos salvar una torcaza que estaba congelándose; que tu madre se ha portado muy valiente y a la altura; que tu hermana te extraña y te nombra; que tus abuelos están bien, pensando en ti; que tus abuelitos también han preguntado por cómo estuvo tu viaje; que aún no nacen los gatitos de Camelia; que tus gatas te buscan; que Aquiles se mojó en la nieve y fue feliz; que yo te extraño mucho y me encanta verte crecer, e imaginar el hombre en que te convertirás.

Tengo la certeza de que este vieje es sólo el primero de muchos que habrás de emprender en tu vida. Cada vez más lejos, cada vez más profundos, cada vez más intensos, cada vez más importantes. Que así como hace unos días te ayudé a hacer tu maleta, llegará pronto el día en que tengas siempre a la mano tu equipaje y tus sueños para pisar cualquier camino que te llame. Y quiero que tú tengas también la certeza de que siempre contarás con un sitio donde volver, con un hogar, con un fuego para calentarte y un refugio para descansar tus pies y tu alma. Que tu madre y yo siempre estaremos para ti, sin importar el tiempo, la distancia o la vida que hayas recorrido.

Por lo pronto te esperamos con milanesas empanizadas, muchos abrazos, más besos y alguna sorpresa. Te amo, te extraño y ya te espero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario