sábado, 17 de abril de 2010

Pasajeros silenciosos I

Fueron llegando uno a uno (casi todos), en silencio sobre sus patas de terciopelo, a ocupar su lugar en el barco, a reclamar un nombre y una mirada.

Frodo llegó sin pasaporte, cuando una ausencia de maullidos estaba por ser intolerable. Callejero con hogar, superviviente sin pedigree, comensal poco exigente, profesa un cariño salvaje y un aprecio poco ortodoxo. Disfruta el privilegio de la libertad de aquellos que tienen poco que perder. Vagabundo siempre presente, ladronzuelo sin honor, indultado de antemano. Fue el primero de este viaje.

Leda, la novia de Zeus, llegó para imponer sus reglas. Más pelo que maullidos, menos misterio que magia, más matriarca que madre. Nos conquistó con una imagen que fuimos a perseguir; nos obsequió con un sueño que seguimos construyendo. Es dueña de todo sin tener que gritarlo. Sin dudas la más fuerte, siempre una dama.

Azur. Aunque hijo de Leda y Horus no nació de un huevo, sólo portaba su albo exterior. Majestuoso relámpago blanco, quiso conocer otras playas y abandonó el barco en un puerto exótico y desconocido. Nos heredó su recuerdo una esperanza de retorno.

Pandora, de noble estirpe, abordó en el Puerto que fue Lago; destinada a fundar una dinastía septentrional. Exótica por raza y por elección, prefiere la paz de sus aposentos reales al barullo de la corte. Sus ojos revelan los misterios que otra llevara en una caja.

Óscar, destinado al trono, aún cumple su deber de alfa sin fatiga. Quizás prefería pasar más tiempo en el sillón que patrullando su reino, pero alguien tiene que engendrar herederos, ahuyentar enemigos, someter a los siervos, matar dragones (no se ha visto uno desde que llegó) y cortejar a la reina madre. Sin embargo, hace ya un año que se le jubiló quirúrjicamente de sus obligaciones; sabemos que es más feliz ahora.

Marte, más por rojo que por belicoso, este hijo de Leda y sus caprichos, llegó a reclamar atención. Aún sin tambor de hojalata se ha negado a crecer y se asegura que el segundero no avance. De estirpe indefinible, carga con sus conflictos sin resolver en una perpetua adolescencia.

Camelia, sin ser la texana del corrido, es una aguerrida amazona de vestimenta sin igual. Cariñosa y violenta, porta lanza de Atenea y el cinturón de Afrodita. Lo mismo disfruta y exige media hora de caricias que un buen pleito. Buena y frondosa madre cuando le corresponde.

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