miércoles, 14 de abril de 2010

¡Qué bonita es la naturaleza!

Hace un par de noches, mi hija de nueve años y yo veíamos juntos el capítulo correspondiente de "El encantador de perros". En pantalla, César Millán trataba de moderar el instinto cazador de un pitbull, el cual había matado ya un par de ardillas. Mientras el perro estaba siendo sometido, le acercaban alternadamente un conejito y un cuyo, para que demostrara que era capaz de controlar su instinto y no zamparse de dos mordidas al roedor; al mismo tiempo que los angustiados dueños ponían atención y tomaban nota. En lo más tenso de la demostración, mi hija me comenta sinceramente: "papi, qué bonita es la naturaleza".

Entonces pensé que, dentro de la novateada que nos ha puesto Aquiles, nuestro recién adquirido cachorro, lo mejor sería adoptar esta frase cada vez que la experiencia amenace con ser desagradable. Así, mientras compongo una sonrisa, deberé buscar un cambio de enfoque:

Cuando rescate mis Caterpillar de los colmillos de Aquiles: "¡Qué bonita es la naturaleza, tiene comezón en sus dientitos!"; mientras recojo sus olorosos desechos: "¡Qué bonita es la naturaleza, el sistema digestivo es maravilloso!"; al sacarlo a caminar antes de que amanezca: "¡Qué bonita es la naturaleza, nos brinda la oportunidad de ver salir el sol mientras paseamos!"; cuando Aquiles asalta los areneros de los gatos para conseguirse una botanita: "¡Qué bonita es la naturaleza, especies distintas interactuando bajo el mismo techo!"; mientras nos aventamos un cuerpo a cuerpo para cepillarlo: "¡Qué bonita es la naturaleza, qué bien se unen el pelo de perro y las plantas secas!"; al desembolsar una minifortuna en alimento, carnazas, juguetes, platos, correa, collar, camita, premios, vacunas: "¡Qué bonita es la naturaleza, nos ha premiado con un hermoso cachorro!".

No me malinterpreten. No me estoy quejando. Tenemos un nuevo miembro de la familia que nos ha puesto en activo en sólo seis semanas. "¡Qué bonita es la naturaleza!".

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