jueves, 15 de abril de 2010

Sin comillas ni cursivas

Malditos sean los cuentos de las cuentas al contado, ayer me han hecho rabiar, me han hecho despertar. Benditos sean los ricos sin dinero, pero no quiero contarme entre ellos. Maldita sea la voz de la experiencia, que casi se equivoca a media suma, las verbenas con nuestra ausencia gangrenan mi corazón

A mis treintaytantos debí ser más de armas tomar, sin chaleco antibalas. Pues, a final de cuentas, llegar a fin de mes no ha sido nunca asunto de dinero; se trata más bien de merecer un tren de pasajeros. Sobretodo teniéndote a mi lado: tsunami de un mar hecho mujer, dispuesto en cada ola a renacer.

Yo sé que caerá un rayo en mi torre de Babel, que arrasarán las plagas y la hambruna, que vendrán lunas de hiel a devastar mi piel. Y después de la feria y el cole, la histeria y el miedo; si me da por contar hombros donde llorar, siempre van a sobrarme una mano y seis dedos.

Lo malo del después son los despojos que embalsaman los pájaros del sueño. Facturas, calenturas, heridas sin sutura, caídas, conjeturas, sacudidas, cerraduras; dos dedos en la llaga y un santo en el desván. Me pasé de la raya con tal de pasar por el aro.

Habráse visto insolencia, cinismo y alevosía, los números contaminan la decencia, secuestran la fantasía; enseñan cuánto mide la oscuridad sumando pesadillas y duermevelas.

Pero hoy, que se trata más bien de envejecer con fantasmas que aprenden a crecer y abrazos que se mueren por volver; cuando los peces se amotinan contra el dueño del río y la diosa fortuna debe un año de alquiler. Hoy quiero prometerte ser libres, como dos versos tachados del dictado de la revolución. Hoy quiero prometerte que siempre buscaremos las raras excepciones.

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